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5 días rio abajo por esas aguas absolutamente cristalinas, rodeadas de vegetación patagónica con cantidad de vida salvaje.
El más absoluto respeto por la naturaleza, dado que nuestras guías no nos permitieron ni siquiera matar una trucha, todas las devolvimos a su hábitat, como acostumbramos hacer los pescadores deportivos.
Toda la pesca la hicimos bajo la modalidad de mosca, tanto flotante como profunda, dándole todas las ventajas a los animales para no causarles daño, con anzuelos muy pequeños y sin barba.
Noches en carpa al lado de una fogata donde lentamente se cocía la carne de un cordero patagónico, todo aderezado con vino y una guitarra rasgada por Julio el guía lugareño que nos deleitaba con sus canciones y poemas gauchos.
En uno de sus hoteles con ambiente totalmente Suizo me encontré estas sillas talladas en una sola pieza de un árbol de pino, respetando sus rugosas formaciones. Pesadas, solemnes e integradas en el ambiente cálido de una gran habitación con chimenea, haciendo gala de toda la devoción que el artesano puso en ellos al descubrir y tallar esas sillas que el árbol tenia guardadas en su interior.